Cuando era niña, me gustaban las noches sin luna. Acostada en el pasto del jardín, mirando el cielo, las estrellas parecían brillar tanto que sentía que podía tocarlas.
Cuando era niña, me gustaban las noches sin luna. Acostada en el pasto del jardín, mirando el cielo, las estrellas parecían brillar tanto que sentía que podía tocarlas.