Bienvenida a botadero…

¿Qué haces cuando tu media naranja te cita en algún lugar, te mira con cara de gravedad, te agradece tus servicios pero te informa (a veces con una lagrimilla), que ya no son necesarios?

¿O cuando te das cuenta de que ha estado poniendo el cuerno sin que siquiera te las huelas?

Que te boten es una de las peores experiencias por las que puedes pasar. Hay quienes no están de acuerdo, ya que un parto, una colonoscopía o un maratón de “Baylon 5” son peores, pero desde mi punto de vista, sigue ganando la patada en el trasero.

Bueno, también hay que considerar que hay niveles… Cuando te bota el novio de la prepa no hay mucho que perder, solo tirar unos cuantos osos, borrar unos mensajes de texto, cambiar el estatus de Facebook y asegurarte de que no haya copias de esas fotos “privadas”.

Pero, ¿qué pasa cuando se trata de un matrimonio de 10, 20 años?

Suena poco, pero en realidad es toda una vida. Muebles, libros, ropa, perros y tal vez niños.

Entre los jalones para ver quien se lleva la televisión, cómo se reparte la cuenta bancaria y la insistencia del marido en quedarse con una mesa de centro a la que nunca le hizo caso, pero que prefiere tirarla “con tal de que no se la lleve la perra”, lo que alguna vez existió se desvanece.

¿Por qué dos personas que tanto se quisieron y compartieron terminan con un desprecio tan intenso?

¿No habría manera de terminar civilizadamente? ¿Evitar los gritos, los jalones de cabello, las lágrimas y los videos sucios en Internet? ¿Qué no somos animales racionales?

Tal vez… pero el problema de nosotros los humanos es que somos mucho más emocionales que cualquier otra cosa.

Y que te manden a botadero despierta las peores emociones que podemos tener. Ira, venganza, una profunda tristeza y ganas de comer chocolate son apenas el primer asomo.

Cuando me uní al club botadero, pensé bastante en eso (con ayuda del tequila, el helado de vainilla y el chocolate líquido).

¿Qué es lo que más duele? ¿Qué es lo que hace que quieras exprimir por completo a tu media naranja, tomarte el jugo y escupirlo?

¿Es la traición, la puñalada en la espalda de esa persona a la que le abriste todas las puertas de tu corazón? ¿Todas esas promesas que te hicieron y que se van al cerrarse la puerta?

Suena como que sí, pero no creo. A lo mejor no te prometieron nada o tú también dejaste tus promesas incumplidas.

Después de todo, no vas a quedarte con alguien que ya no soportas solo porque dijiste hace 20 años que “no podías vivir sin él”.

¿No será descubrir que toda tu vida (mucha o poca) en común es, desde hace tiempo, una mentira? ¿El recibir besos de dizque amor, mentira tras mentira, abrazos y hasta sexo que en realidad no significan nada?

¡Esa suena más! Solo de pensar en eso se me revuelve el estómago. ¡¿Cómo pudo?! ¿Por qué no solo lo dijo y me quitó la humillación de darme cuenta de que todo era en realidad nada?

Ira… es todo lo que me viene a la mente. Ganas de poner un capítulo de CSI y administrarle alguna de esas formas entretenidas de dejar este mundo, al fin que aquí nunca darán con un cabello dejando a 30 metros de la escena del crimen.

Pero todavía falta una. La que realmente me dolió, la que pudo más que todas las demás y que me llevó a la total depre.

Aunque somos animalitos (algo así como changos sin pelo), los humanos tenemos algo que pocos seres en el reino animal tienen, si es que hay algún otro que lo tenga:  esperanza.

La esperanza… Lo que nos hace distintos, lo que nos hace más sublimes. Esa pequeña cosa que nos lleva a mover lo que sea, que nos hace caminar sobre fuego y sobreponernos a todos los obstáculos que nos ponga el mundo enfrente.

Porque sin ella solo somos como nuestros primos los chimpancés… comiendo hormigas y plátanos, peleando con los vecinos y teniendo changuitos hasta la muerte.

Cuando todavía éramos pareja, el clímax no era después del sexo, o cuando llegaba la quincena, o cuando salíamos de fiesta.

Lo vivía a diario, durante esos instantes en que apenas va a asomarse el sol.

Era voltear y ver su cara, todavía durmiendo. Esa cara que vi durante años, con más arrugas tal vez, pero siempre hermosa, mi compañía, mi alma gemela.

Era poder ver su ceño fruncido o una media sonrisa cuando estaba soñando, o esa expresión plácida cuando solo dormía.

Era entrelazar mis dedos con los suyos y que en un reflejo, todavía sin despertar por completo, se pegara a mí, me rodeara con sus brazos y empezara a despertar conmigo.

En ese momento empezaba un día soleado, sin importar el clima.

Esa era mi esperanza. Vivirla todos los días, con más arrugas, con achaques, con todas las cosas que lleva la edad y toda una vida juntos.

Saber que estaríamos juntos, que lucharíamos juntos, hasta que uno de los dos se adelantara…

Y vaya que se adelantó…

Por supuesto que cuando me enteré me enojé como nunca, no sabía qué era lo que me dolía más, hasta que, después de calmarme un poco, me di cuenta de que mi mayor pérdida fue la esperanza.

Mi esperanza murió… no una muerte anunciada, sino la peor de todas: una muerte prematura. Todavía faltaba mucho… todavía quedaba un gran camino por recorrer para no sentirme con las manos vacías.

¿Qué haces cuando, quien tomó tu mano para caminar juntos te deja en el camino sin más explicación que un “lo siento”?

Lo único bueno que saqué de la experiencia es ver que la esperanza tiene una gran cualidad: puede renacer.

Lo sé porque hace tiempo me pasó lo mismo. También lloré, también grité y también sentí que me moría.

Mi motor se detuvo.

Pero aquí estoy. Otra vez. Pasando por lo mismo después de varios años en que pensé que ya era cosa del pasado. O sea, ¡vaya que sé escoger!

Si estás de visita en Botadero, tu estancia será muy entretenida. Tenemos spa con amargura, concursos de ira y un gimnasio de memoria para recordar todo lo que te prometió.

Tu visita será amarga y no hay chocolate suficiente para quitar ese sabor que bajara por tu garganta.

No puedo decirte cuanto tiempo estarás aquí, pero tu estancia es gratis y puedes salir cuando quieras.

Contamos con la ayuda del Doctor Tiempo, certificado en curar todas las heridas, hoy o dentro de 10 años.

Se pone mejor. En serio. El amor nunca se muere, solo cambia de lugar *. Aguanta… mantente firme y no te dejes caer.

Hasta ese día en que puedas voltear al alba y ver una cara, una que sí se quedará, entrelazar tus dedos y empezar de nuevo tu vida con un abrazo.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *